“Nada se crea, nada se destruye, todo se transforma”. El agua no es la excepción de esta ley. Como todo en la naturaleza, el agua está siempre en movimiento. Movimiento cíclico que depende del sol, de las lluvias, de las plantas, de las grutas subterráneas y otros factores, que se han ido modificando con el pasar de los años y de los humanos.
Mi objetivo escribiendo estas líneas no es dar una clase de ciencias o historia, si no intentar transmitir conciencia ante esta fuente hoy sobre-explotada.
El agua, siendo indispensable para la vida humana, tiene un poder inimaginable. Fuente finita de vida utilizada para tener más poder sobre otros, causando guerras, causando muertes.
En efecto, desde hace ya varios años, las tensiones relacionadas con la demanda y la repartición del agua han ido aumentando en varios países.
Naturalmente en la tierra hay regiones en donde las precipitaciones son más habituales que en otras y esto crea una repartición desigual de agua.
Además, los fenómenos debidos al calentamiento global hacen del agua dulce un recurso cada vez más raro. Cuando aumenta considerablemente la demanda de un recurso limitado y vital las tensiones se crean. Por eso la economía, la cultura, las estructuras sociales y la política juegan también un papel importante.
Por ejemplo, aún en regiones “ricas” en agua, hay tensiones alrededor de esta. El conflicto del río Silala (Latinoamérica), el conflicto a lo largo de los ríos Tigris y Eufrate (Medio Oriente) o el del río Zambeze (África), por citar solo algunos. Conflictos que demuestran que hemos olvidado que la naturaleza no tiene fronteras y sobre todo que no nos pertenece, nosotros le pertenecemos a ella.
En el caso de México, el acceso al agua potable se trata sobretodo de una cuestión de dinero y privatización en la que no me quiero adentrar por ahora.
Considero importante recalcar el hecho que mientras la población mundial se ha multiplicado por tres en el último siglo, la demanda global de agua se ha multiplicado por seis. Esto significa que el consumo de agua por habitante, sobre todo en el Occidente, ha aumentado considerablemente.
Las comodidades de una vida moderna (albercas, lavadoras, jardines… ) y la cultura consumista son la causa de esta creciente demanda.
Por otra parte, y con un impacto mayor, la agricultura convencional también está directamente relacionada con este estilo de vida. Hoy en día ir a un supermercado y encontrar todo tipo de productos, provenientes de todo el mundo, en grandes cantidades, parece totalmente normal y casi obligatorio.
70% del agua azul (ríos, lagos y acuíferos) del mundo se utiliza solo en irrigación. La mayor parte del grano irrigado va destinado para la alimentación del ganado, que éste a su vez consume grandes cantidades de agua.
Tal vez a nosotros no nos toque vivir extrema escasez de agua u otras consecuencias del calentamiento global, pero no se trata de eso. Se trata de respetar y cuidar el lugar endonde vives, el atardecer que te hace sonreir, el árbol que te da sombra, el sonido de las olas, el paisaje que te conmueve. ¿Cómo sería si trataramos nuestra casa o a nuestros amigos de la manera en la que maltratamos nuestro planeta?
Toma duchas más cortas, modera tus costumbres de consumo, opta por un estilo de vida más “austero”, come orgánico y disminuye el consumo de carne a una vez por semana.
El cambio viene de cada quién. Y sí, tal vez al hacerlo sientas que es un esfuerzo en vano pues representas una muy pequeña parte en esta tierra, pero llega un punto en el que el esfuerzo colectivo gana grandeza y sobre todo fuerza.
Hagamos de nuestro granito de arena una avalancha.
Natalie Nicetto